lunes, 17 de octubre de 2011

UN TANGO ALEMÁN: Die nacht von Saragossa

Un milonguero de la Asociación de Amigos del Tango El Garage de Zaragoza me puso en la pista de un tango que hace referencia a la ciudad en la que vivo. Fue compuesto y grabado en Alemania en 1933, cuando gobernaban los nazis.
En la década de los treinta del siglo pasado el tango argentino se había proyectado más allá de las orillas del Río de la Plata: en Hollywood se rodaban películas en las que el tango estaba presente, como “Los cuatro jinetes del Apocalipsis”, interpretada por Rodolfo Valentino, y en Europa, incluida Alemania, el tango hacía furor en los escenarios y en los salones de baile, tras la visita de músicos afamados como Francisco Canaro o el propio Carlos Gardel.
Die nacht von Saragossa (La noche de Zaragoza) es uno de los tangos alemanes que tuvieron éxito en aquellos desgraciados años y que cayeron en el olvido tras la derrota del nazismo en la segunda guerra mundial. He aquí su letra original en alemán y su traducción al español.


DIE NACHT VON SARAGOSSA

(1933)
Autores: Herman Frey y Karl Wilczynski

Die Nacht von Saragossa
hat dich und mich berauscht,
als wir versteckt von Rosen
zumersten mal den Kuss getauscht.
Ja, die Nacht von Saragossa,
die Nacht, ersehn’ich heiss zurück,
was ich erlebt in jenem Blütenmai,
warst du, du meines Lebens Glück.

LA NOCHE DE ZARAGOZA

Traducción: Daniel Hübner

La noche de Zaragoza
a ti y a mí nos ha embriagado cuando,
escondidos tras unas rosas,
nos besamos por primera vez.
Sí, la noche de Zaragoza,
la noche que con calor ansío que regrese,
lo que viví aquel mayo
fuiste tú, tú, la felicidad de mi vida.

Puede escucharse una versión instrumental del tango en el siguiente enlace:


COMENTARIO

El tango nos habla de la primera noche de amor de una pareja, una noche feliz de amor furtivo o discreto, que el protagonista desea intensamente repetir. El amor, del que se dice que embriaga, aparece asociado a las rosas y a la primavera. No resulta una letra brillante, sino muy convencional, incluso trivial.
Este tango no me ha llamado la atención precisamente por la calidad de su letra, sino porque hace referencia a Zaragoza. Pero no acabo de entenderlo, porque no hay ninguna alusión a los lugares ni a las gentes de la ciudad y porque la experiencia que se cuenta podría haberse vivido en cualquier lugar del mundo.
¿Por qué Zaragoza? ¿La conocía el autor y había tenido en ella una experiencia amorosa inolvidable? ¿Quizá tenía la ciudad algún significado especial para el público al que iba dirigido el tango? No tengo tiempo ni medios para realizar una investigación, pero, como me intriga, he hecho una búsqueda rápida, que no me ha permitido llegar a ningún resultado concluyente, sino a algo más intrigante aún. Le facilito al lector los dos enlaces que me han aportado alguna información al respecto.

1) Información sobre el tango: aquí

2) Información que puede estar relacionada con el origen del tango: aquí

domingo, 19 de junio de 2011

UN ILUSTRE LAMENTO DE CORNUDO: Mi noche triste

En el comentario a la letra del tango ¡Victoria! escribí que en las primeras décadas del siglo XX se compusieron muchos tangos cuyas letras muestran a hombres que se quejan de que las mujeres los han abandonado, tantos que se llegó a decir que el tango era un lamento de cornudos. Mi noche triste fue el primer tango cantado y lo estrenó el propio Carlos Gardel (7). Por ello podría afirmarse que es el lamento de cornudo con más pedigrí. Ésta es su letra:


MI NOCHE TRISTE

(1916)
Letra: Pascual Contursi
Música: Samuel Castriota

Percanta que me amuraste (1) y (2)
en lo mejor de mi vida,
dejándome el alma herida
y espina en el corazón,
sabiendo que te quería,
que vos eras mi alegría
y mi sueño abrasador;
para mí ya no hay consuelo
y por eso me encurdelo
pa’ olvidarme de tu amor.

Cuando voy a mi cotorro (3)
y lo veo desarreglado,
todo triste, abandonado,
me dan ganas de llorar
y me paso largo rato
campaneando tu retrato (4)
pa’ poderme consolar.

De noche, cuando me acuesto,
no puedo cerrar la puerta,
porque dejándola abierta
me hago ilusión que volvés.
Siempre traigo bizcochitos
pa’ tomar con matecito
como cuando estabas vos...
y si vieras la catrera (5)
cómo se pone cabrera (6)
cuando no nos ve a los dos.

Ya no hay en el bulín (3)
aquellos lindos frasquitos
adornados con moñitos,
todos del mismo color;
y el espejo está empañado,
si parece que ha llorado
por la ausencia de tu amor.

La guitarra en el ropero
todavía está colgada;
nadie en ella canta nada
ni hace sus cuerdas vibrar...
Y la lámpara del cuarto
también tu ausencia ha sentido
porque su luz no ha querido
mi noche triste alumbrar.

(1) Percanta: mujer y, en otra acepción, amante o querida (Diccionario de lunfardo, de Adolfo Enrique Rodríguez, DL)
(2) Amurar: en el contexto de este tango significa abandonar (DL)
(3) Cotorro y bulín: son términos sinónimos y significan habitación de soltero o habitación para citas amorosas (DL)
(4) Campanear: atisbar o mirar (DL)
(5) Catrera: Cama (DL)
(6) Cabrera: enfadada, enojada (DL)

Puede escucharse una versión del tango en el siguiente enlace


COMENTARIO

Pascual Contursi está considerado como el pionero de los poetas del tango. En la segunda década del siglo XX puso letra a algunas composiciones musicales, cuya fama se ha mantenido a lo largo de casi un siglo, como el tango Lita, de Samuel Castriota, que desde entonces pasó a denominarse Mi noche triste, o La cumparsita, de Gerardo Matos, entre otros. Antes de esos años existían tangos con letra, pero eran muy ligeras, de tema picaresco y lenguaje muy vulgar. Contursi tuvo el mérito de llevar al tango textos de temática universal, envueltos en un lenguaje formalmente poético, aunque sin dejar de ser popular; de hecho recurrió de forma habitual al lunfardo, como en el tango que ahora se comenta.

El poema está concebido como un diálogo con la amada que se ha ido: el protagonista habla en primera persona y, utilizando la segunda, le cuenta a ella lo que siente, que no es indignación o despecho, ni siquiera reproche, sino tristeza, como refleja el propio título del tango.
En los primeros versos el protagonista expresa claramente su lamento: ella lo ha abandonado, aun sabiendo que él la quería; como la amada era su alegría y su pasión (“sueño abrasador”), él se ha quedado desconsolado e inconsolable, con el alma herida, como si le hubieran clavado una espina en el pecho. El desconsuelo le hace darse a la bebida, para intentar olvidar, pero el recurso no funciona; cuando vuelve a casa le dan ganas de llorar y busca consuelo contemplando el retrato de ella.
Su tristeza se proyecta sobre la casa y lo que ella contiene: el piso (“cotorro”) está triste, la cama se enfada cuando lo ve a él solo, el espejo llora y la lámpara no alumbra porque sienten la ausencia de ella. La guitarra, que en otro tiempo él tocaba para ella (¿O ella para él? ¿O recíprocamente?), se ha quedado muda, colgada en el armario, como un reo ajusticiado.

Pero, sumido en el desconsuelo y la tristeza, el protagonista desea que ella vuelva, incluso conserva la esperanza de que lo haga. Nos lo muestra con un detalle enternecedor: siempre trae a casa bizcochos, para tomar con mate, perpetuando así una de esas rutinas triviales que tejen la red del cariño y la complicidad entre los amantes.
En el mismo sentido, hay otro detalle más que enternecedor: de noche deja la puerta abierta, para que ella, si decide volver, pueda entrar libremente. Vencer la inseguridad de dormir con la puerta abierta refleja la intensidad del deseo de que ella vuelva, pero además es un detalle de enorme delicadeza y a la vez tremendamente práctico. Imaginemos que ella (¿arrepentida?) decide volver y se encuentra la puerta cerrada; podemos suponer que por enésima vez le asalte la duda de si hace bien o no en volver, con el consiguiente riesgo de que decida dar media vuelta antes de llamar. Si finalmente se decide a llamar, empieza para ella una angustiosa espera, aunque sea de unos segundos, en la que le asalta el temor de que él no abra la puerta o de que, abriéndola, la rechace. Si ella encuentra la puerta abierta lo interpretará como una señal de bienvenida y, libre de angustia, se decidirá a entrar, que es lo que él quiere.

Es interesante contrastar esta letra con la de Ninguna, de Homero Manzi, escrita 26 años después (8). El tema de los dos es muy similar (un hombre abandonado expresa su tristeza, proyectándola en los objetos de la casa), pero la riqueza poética y la belleza del lenguaje de Ninguna pertenecen a otra dimensión. Pascual Contursi no tiene la talla poética de Homero Manzi, ni de lejos, pero le cabe la gloria de haber sido el pionero del tango canción y de habernos dejado algunos bellos ejemplos, como Mi noche triste.


(7) Horacio Ferrer: El siglo de oro del tango. Compendio ilustrado de su historia. Buenos Aires, Manrique Zago, 1998, página 78.
(8) Véase la entrada de este blog del 29 de junio de 2010

viernes, 20 de mayo de 2011

CARTA A UNA MILONGUERA PROVOCADORA

Querida milonguera:
Tienes algo de provocadora: con frecuencia he notado que cuando paso bailando a tu lado y cuando empieza una tanda me miras de frente, sosteniendo la mirada, como diciendo: “invítame a bailar”.
Bailando eres un desastre: tu abrazo llega a ser asfixiante, no alargas las piernas al caminar, no terminas de encontrar tu eje, te adelantas, en vez de esperarme, no me das la mano, sino que te apoyas en ella, buscando en mí un soporte que no debería hacerte falta. Por ello me dejas poco espacio para moverme, me cargas con un peso que no me corresponde y me siento incómodo, en equilibrio inestable.
Acepté tu provocación la primera vez y luego, ya conociendo tu forma de bailar, he reincidido unas cuantas más. Siempre me he arrepentido en el primer tango. Pero el arrepentimiento hay que tragárselo y terminar la tanda; dejar plantada a una mujer en la pista es una descortesía que ninguna me puede echar en cara.
En una ocasión, en mitad de la tanda, cuando ya había vuelto a arrepentirme de bailar contigo, un impulso me hizo reaccionar de una forma diferente: en vez de proponer el movimiento con suavidad, te abracé con fuerza y me puse a mandar con energía, incluso con cierta rabia, como si te estuviera diciendo: “ahora caminamos al ritmo que yo digo y tú me sigues sin rechistar; ahora haces un ocho porque yo lo mando; ahora te estás quieta hasta que yo diga que continuamos”. Y, sorprendentemente para mí, es eso lo que empezaste a hacer, seguirme dócilmente. El resultado es que la segunda parte de la tanda fue mucho mejor que la primera, al menos para mí, aunque sospecho que también para ti.
No soy ese tipo de hombre mandón, que quiere decidir siempre y ser obedecido sin objeciones. Pero reconozco que me sentí muy bien interpretando ese papel en ese momento. El tango -¿como la vida misma?- a veces nos pone en situaciones que nos permiten jugar roles distintos de los que habitualmente desempeñamos y, gracias a ello, nos da la oportunidad de experimentamos de otra manera.
Te agradezco que provocaras esa oportunidad, aunque fuera involuntariamente.
Y te seguiré invitando a bailar, pero espero sinceramente que mejore tu estilo.

viernes, 1 de abril de 2011

EL TANGO Y EL DESEO

A propósito del tango bailado, Ramón Gómez de la Serna escribió: “Un inglés dijo que era una declaración de amor hecha con los pies y alguien más lenguaraz que era hacer bailando lo que los demás hacen acostados” (1). Muchas personas ajenas al tango, cuando lo ven bailar, piensan que entre el bailarín y la bailarina hay una relación erótica; en la vida cotidiana, exceptuadas las relaciones de pareja, el abrazo entre hombres y mujeres es poco habitual: una manera afectuosa de felicitar o consolar a un amigo o pariente del otro sexo cuando se ha producido un acontecimiento especial o cuando se le reencuentra después de cierto tiempo; pero estos abrazos apenas duran unos segundos, mientras que, cuando bailan, el hombre y la mujer se mantienen abrazados los tres minutos que viene a durar un tango.
¿Tiene el tango un componente erótico? En otras palabras, ¿se siente deseo por la compañera o compañero de baile cuando se está bailando? (2)
La pregunta parece incómoda. Recientemente, en una cena de amigos milongueros, un hombre, sin que nadie le preguntara, vino a confesar que sí, de una forma indirecta y un tanto velada, provocando con ello el enfado directo y manifiesto de su mujer. Cuando se les pregunta sobre esto los milongueros suelen decir que bastante tienen con seguir la música, marcar los movimientos a la compañera y moverse por el salón sin perder de vista a los demás bailarines para no tropezar con ninguna otra pareja. Yo creo que tienen razón, pero sólo en parte; un principiante evidentemente tiene que hacer un gran esfuerzo de concentración en la música, en la comunicación con su pareja y en la circulación por la pista. Pero en el caso de un bailarín experimentado la respuesta suena un poco a evasiva: ¿acaso un conductor veterano no puede mantener una conversación o disfrutar de la música a la vez que está atento al cambio de marchas de su coche, a las señales de tráfico y a los desplazamientos de los vehículos que circulan por la misma vía? La experiencia, tanto en la conducción como en la danza, crea unos ciertos automatismos que permiten disfrutar relajadamente del viaje, en el primer caso, y del baile, en el segundo.
Mi respuesta, sin evasivas, es que el deseo está presente en el tango, de la misma manera que lo está en cualquier parcela de la vida. Pero no es omnipresente: suele aparecer por sorpresa, cuando menos se espera e incluso con quien menos se espera.
Es habitual en las milongas ver a hombres de todas las edades afanándose por invitar a bailar a mujeres jóvenes y atractivas; pero el deseo que su contemplación quizá provoca se disipa con los primeros compases si no bailan bien y la tanda se convierte en una experiencia poco gratificante. Por otra parte, el hecho de bailar muy a gusto con una mujer, incluso rozando la perfección, no significa que se sienta deseo por ella, aunque puede ocurrir. A veces el deseo es provocado por un simple gesto en mitad del baile, como, por ejemplo, un acomodo de la posición del abrazo o un roce en la mejilla.
Por otra parte, la irrupción del deseo no significa que uno se va a entregar en cuerpo y alma a la tarea de compartir cama con la mujer con la que se comparte la tanda. El deseo es una manifestación de energía vital y constituye una experiencia positiva en sí misma; no hay por qué ir más allá. Eso sí, todos hemos visto a milongueros y milongueras que empiezan siendo parejas ocasionales de baile y terminan compartiendo cama y vida. En estos casos el deseo que surgió quizá bailando, quizá en otra situación, sí que los empujó más allá.

(1) Ramón Gómez de la Serna: Interpretación del tango. Madrid, Ediciones de la Tierra, 2001, página 50. Rafael Flores dice en el prólogo que este ensayo fue escrito en 1949.
(2) Excluyendo, obviamente, los casos en que los compañeros de baile mantienen una relación de pareja entre sí.

domingo, 9 de enero de 2011

UN TANGO SOBRE EL ABANDONO COMO LIBERACIÓN: ¡Victoria!

Las dos primeras letras de tango que comenté en el blog (Amarras y Ninguna) reflejan el dolor por la pérdida de la persona amada. En el recital al que se refiere la entrada anterior a ésta, Carlos Montero interpretó un tango de Enrique Santos Discépolo en el que la pérdida de la persona (ya no tan) amada se vive como una liberación: se llama ¡Victoria! y ésta es su letra


¡VICTORIA!

(1929)
Letra y música: Enrique Santos Discépolo

¡Victoria!
¡Saraca, Victoria!
Pianté (1) de la noria:
¡Se fue mi mujer!
Si me parece mentira
después de seis años
volver a vivir,
volver a ver mis amigos,
vivir con mama otra vez.
¡Victoria!
¡Cantemos victoria!
Yo estoy en la gloria:
¡Se fue mi mujer!

Me saltaron los tapones,
cuando tuve esta mañana
la alegría de no verla más.
Y es que al ver que no la tengo,
corro, salto, voy y vengo,
desatentao. (2)
¡Gracias a Dios
que me salvé de andar
toda la vida atao
llevando el bacalao
de la Emulsión de Scott!
Si no nace el marinero
que me tira la piolita (3)
para hacerme resollar, (4)
yo ya estaba condenao
a morir sacrificao,
como el último infeliz.

¡Victoria!
¡Saraca, victoria!
Pianté de la noria:
¡Se fue mi mujer!
Me da tristeza el panete, (5)
chicato (6) inocente
que se la llevó...
Cuando desate el paquete
y manye (7) qué se ensartó…
¡Victoria!
¡Cantemos victoria!
Yo estoy en la gloria:
¡Se fue mi mujer!

(1) Piantar: Irse, por lo común precipitadamente (Diccionario de la Lengua Española, de la Real Academia Española, DLE)
(2) Desatentado: Que habla u obra fuera de razón y sin tino ni concierto (DLE)
(3) Piola: Cuerda delgada (DLE)
(4) Resollar: Salir o aliviarse del trabajo o de la opresión (DLE)
(5) Panete: Tonto, bobo, necio, ridículo (Diccionario de lunfardo, de Adolfo Enrique Rodríguez, DL)
(6) Chicato: Corto de vista, miope (DL)
(7) Manyar: Darse cuenta (DL)

Puede escucharse dicho tango, interpretado por Carlos Gardel, en el siguiente enlace:
COMENTARIO

Enrique Santos Discepolo es otro de los grandes poetas del tango, pero en un estilo muy diferente al de Homero Manzi: si lo más característico de éste es la brillantez y belleza de las metáforas, aquél se caracteriza por la sencillez de un lenguaje directo, sin adornos formales, pero de gran fuerza expresiva. Por eso este tango no necesita mucho comentario: basta con aclarar el sentido de algunas palabras y frases que pueden resultar confusas para el lector actual.

Dichas palabras están señaladas mediante llamadas y su significado está recogido al final del texto; he usado como fuente los dos diccionarios de mayor autoridad. No he encontrado el significado de saraca, pero parece una simple interjección que refuerza la sensación de júbilo que expresa el título del tango.
Por lo que respecta a las frases, los tapones que saltaron al comienzo de la estrofa central son un símbolo muy directo de la alegría, pues los acontecimientos felices se suelen celebrar dejando que salte, con estrépito, el corcho de una botella de champán o bebida similar. (8)
El sentido del resto de la estrofa lo conozco gracias a Carlos Montero, que en el recital antes mencionado explicó (9) que la Emulsión de Scott era una preparación de aceite de hígado de bacalao (sustancia muy apreciada entonces como suplemento vitamínico), en cuya etiqueta aparecía un marinero arrastrando, por medio de una cuerda, un bacalao enorme. El protagonista del tango se ve a sí mismo como un hombre condenado a arrastrar consigo siempre una pesada carga, hasta que aparece quien le quita la cuerda, liberándole y dejándole resollar. Es la misma idea que se repite en las estrofas primera y tercera con la expresión piantar de la noria: liberarse del penoso trabajo de empujar un mecanismo para sacar agua de un pozo, dando vueltas y más vueltas, como hacían los esclavos y las caballerías antes de las bombas hidráulicas a motor.
La última estrofa está dedicada a ese personaje que le toma el relevo de arrastrar la carga, devolviéndole la libertad. Dice sentir pena por él y, sin pizca de agradecimiento ni compasión, lo considera un tonto cegato, augurándole un buen chasco cuando se dé cuenta de cómo es realmente la mujer que se ha llevado.

En las primeras décadas del siglo XX se escribieron muchos tangos sobre hombres que se quejan de que las mujeres los han abandonado; tantos fueron que se llegó a decir que el tango era un lamento de cornudos. Santos Discepolo rompe esa línea con ¡Victoria!, dándole la vuelta al tema del abandono con un humor un tanto negro.
Algunos ven en este tango una buena muestra de la misoginia que suele atribuirse a su autor, pero lo cierto es que en la primera estrofa queda abierta la puerta a una interpretación en clave de crítica respecto a cierta actitud masculina: obsérvese que para el protagonista del tango volver a vivir significa instalarse de nuevo en casa de la madre y salir con la pandilla de amigos. En esa primera estrofa Santos Discepolo nos dibuja un hombre incapaz de construir una relación adulta con una mujer, un hombre que además espera a que sea ella la que resuelva la situación marchándose y que finalmente decide refugiarse en la adolescencia. ¿No es éste el verdadero panete por el que sentir tristeza? No sé si era ésta la intención del autor, pero me resulta verosímil, teniendo en cuenta su sentido del humor y su espíritu crítico.

(8) Ernesto Gabriel, en su comentario a esta entrada, hace una interpretación diferente de la expresión me saltaron los tapones; creo que la suya es más ajustada a la realidad que la mía, así que léanla.
(9) En realidad yo transcribo lo que recuerdo ahora de lo que escuché en ese momento del recital. Si la cosa no está bien contada no se culpe a Carlos Montero.