domingo, 19 de junio de 2011

UN ILUSTRE LAMENTO DE CORNUDO: Mi noche triste

En el comentario a la letra del tango ¡Victoria! escribí que en las primeras décadas del siglo XX se compusieron muchos tangos cuyas letras muestran a hombres que se quejan de que las mujeres los han abandonado, tantos que se llegó a decir que el tango era un lamento de cornudos. Mi noche triste fue el primer tango cantado y lo estrenó el propio Carlos Gardel (7). Por ello podría afirmarse que es el lamento de cornudo con más pedigrí. Ésta es su letra:


MI NOCHE TRISTE

(1916)
Letra: Pascual Contursi
Música: Samuel Castriota

Percanta que me amuraste (1) y (2)
en lo mejor de mi vida,
dejándome el alma herida
y espina en el corazón,
sabiendo que te quería,
que vos eras mi alegría
y mi sueño abrasador;
para mí ya no hay consuelo
y por eso me encurdelo
pa’ olvidarme de tu amor.

Cuando voy a mi cotorro (3)
y lo veo desarreglado,
todo triste, abandonado,
me dan ganas de llorar
y me paso largo rato
campaneando tu retrato (4)
pa’ poderme consolar.

De noche, cuando me acuesto,
no puedo cerrar la puerta,
porque dejándola abierta
me hago ilusión que volvés.
Siempre traigo bizcochitos
pa’ tomar con matecito
como cuando estabas vos...
y si vieras la catrera (5)
cómo se pone cabrera (6)
cuando no nos ve a los dos.

Ya no hay en el bulín (3)
aquellos lindos frasquitos
adornados con moñitos,
todos del mismo color;
y el espejo está empañado,
si parece que ha llorado
por la ausencia de tu amor.

La guitarra en el ropero
todavía está colgada;
nadie en ella canta nada
ni hace sus cuerdas vibrar...
Y la lámpara del cuarto
también tu ausencia ha sentido
porque su luz no ha querido
mi noche triste alumbrar.

(1) Percanta: mujer y, en otra acepción, amante o querida (Diccionario de lunfardo, de Adolfo Enrique Rodríguez, DL)
(2) Amurar: en el contexto de este tango significa abandonar (DL)
(3) Cotorro y bulín: son términos sinónimos y significan habitación de soltero o habitación para citas amorosas (DL)
(4) Campanear: atisbar o mirar (DL)
(5) Catrera: Cama (DL)
(6) Cabrera: enfadada, enojada (DL)

Puede escucharse una versión del tango en el siguiente enlace


COMENTARIO

Pascual Contursi está considerado como el pionero de los poetas del tango. En la segunda década del siglo XX puso letra a algunas composiciones musicales, cuya fama se ha mantenido a lo largo de casi un siglo, como el tango Lita, de Samuel Castriota, que desde entonces pasó a denominarse Mi noche triste, o La cumparsita, de Gerardo Matos, entre otros. Antes de esos años existían tangos con letra, pero eran muy ligeras, de tema picaresco y lenguaje muy vulgar. Contursi tuvo el mérito de llevar al tango textos de temática universal, envueltos en un lenguaje formalmente poético, aunque sin dejar de ser popular; de hecho recurrió de forma habitual al lunfardo, como en el tango que ahora se comenta.

El poema está concebido como un diálogo con la amada que se ha ido: el protagonista habla en primera persona y, utilizando la segunda, le cuenta a ella lo que siente, que no es indignación o despecho, ni siquiera reproche, sino tristeza, como refleja el propio título del tango.
En los primeros versos el protagonista expresa claramente su lamento: ella lo ha abandonado, aun sabiendo que él la quería; como la amada era su alegría y su pasión (“sueño abrasador”), él se ha quedado desconsolado e inconsolable, con el alma herida, como si le hubieran clavado una espina en el pecho. El desconsuelo le hace darse a la bebida, para intentar olvidar, pero el recurso no funciona; cuando vuelve a casa le dan ganas de llorar y busca consuelo contemplando el retrato de ella.
Su tristeza se proyecta sobre la casa y lo que ella contiene: el piso (“cotorro”) está triste, la cama se enfada cuando lo ve a él solo, el espejo llora y la lámpara no alumbra porque sienten la ausencia de ella. La guitarra, que en otro tiempo él tocaba para ella (¿O ella para él? ¿O recíprocamente?), se ha quedado muda, colgada en el armario, como un reo ajusticiado.

Pero, sumido en el desconsuelo y la tristeza, el protagonista desea que ella vuelva, incluso conserva la esperanza de que lo haga. Nos lo muestra con un detalle enternecedor: siempre trae a casa bizcochos, para tomar con mate, perpetuando así una de esas rutinas triviales que tejen la red del cariño y la complicidad entre los amantes.
En el mismo sentido, hay otro detalle más que enternecedor: de noche deja la puerta abierta, para que ella, si decide volver, pueda entrar libremente. Vencer la inseguridad de dormir con la puerta abierta refleja la intensidad del deseo de que ella vuelva, pero además es un detalle de enorme delicadeza y a la vez tremendamente práctico. Imaginemos que ella (¿arrepentida?) decide volver y se encuentra la puerta cerrada; podemos suponer que por enésima vez le asalte la duda de si hace bien o no en volver, con el consiguiente riesgo de que decida dar media vuelta antes de llamar. Si finalmente se decide a llamar, empieza para ella una angustiosa espera, aunque sea de unos segundos, en la que le asalta el temor de que él no abra la puerta o de que, abriéndola, la rechace. Si ella encuentra la puerta abierta lo interpretará como una señal de bienvenida y, libre de angustia, se decidirá a entrar, que es lo que él quiere.

Es interesante contrastar esta letra con la de Ninguna, de Homero Manzi, escrita 26 años después (8). El tema de los dos es muy similar (un hombre abandonado expresa su tristeza, proyectándola en los objetos de la casa), pero la riqueza poética y la belleza del lenguaje de Ninguna pertenecen a otra dimensión. Pascual Contursi no tiene la talla poética de Homero Manzi, ni de lejos, pero le cabe la gloria de haber sido el pionero del tango canción y de habernos dejado algunos bellos ejemplos, como Mi noche triste.


(7) Horacio Ferrer: El siglo de oro del tango. Compendio ilustrado de su historia. Buenos Aires, Manrique Zago, 1998, página 78.
(8) Véase la entrada de este blog del 29 de junio de 2010