jueves, 10 de mayo de 2012

CARTA A UNA PRECIADA MILONGUERA QUE ME SIGUE BIEN

“¡Qué bien llevas!”, me dijiste.
Tal como vivo el tango, es el mayor elogio que se puede hacer a un milonguero. Siempre, desde que nos iniciamos en el tango, los profesores y los milongueros ya iniciados nos han dicho que es el hombre quien “lleva”, es decir, quien asume la iniciativa y propone los movimientos, mientras que la mujer responde a esa iniciativa, siguiendo lo que se le propone. Siempre he pensado que vuestro rol en el tango no es nada fácil: imagino que tenéis que poner mucha atención y tener mucha sensibilidad y buenos reflejos para responder a las propuestas de los hombres con los que bailáis, cada uno de los cuales tiene su propio estilo. Supongo que a una bailarina sensible la música que está escuchando le sugiere determinados movimientos, pero tiene que esperar la propuesta del hombre y responder a ella, interpretando con su cuerpo la música de una manera probablemente distinta a como ella la interpreta en su interior o la interpretaría si bailara sola o si fuera ella quien “llevara”. Aunque puede que esté suponiendo demasiado y esto no sea más que una proyección de mi manera de sentir, cuando en realidad las mujeres sentís de otra manera.
Interpreto lo que me dijiste como “¡Qué bien me siento cuando me llevas!” o “Me gusta dejarme llevar por ti”. Entiendo por ello que mis iniciativas coinciden con tus expectativas y que te resulta agradable y natural responder a mis propuestas.
Con esas tres palabras has hecho que me sienta un milonguero de primera: una mujer me dice que disfruta dejándose llevar por mí. ¿Qué cosa más halagadora podría uno escuchar? No se me ocurre mejor agradecimiento que esta carta y, por supuesto, “llevarte” en todas las milongas en que coincidamos.