sábado, 7 de abril de 2012

UN TANGO SOBRE EL ABANDONO COMO CASTIGO: Veinticuatro de Agosto

Ahora que en el hemisferio Norte se aproxima el tiempo de las cerezas, puedo afirmar que las letras que comento en el blog son como las cerezas de un cestillo: selecciono una, pero enredada con ella vienen otras. El tango ¡Victoria! mostraba a un hombre abandonado por su mujer, que vuelve a ser feliz recuperando la vida de soltero (véase la entrada del 9 de enero de 2011). Poco después me llamó la atención otro tango que venía a expresar justamente lo contrario: Veinticuatro de Agosto. Ésta es su letra:

VEINTICUATRO DE AGOSTO

Música: Pedro Laurenz
Letra: Homero Manzi

Veinticuatro de agosto... Ya hace un año
que no falto ni una noche del café
y que salgo después con los muchachos
a bailar, a tomar y a no sé qué...
Un año que no toco una herramienta,
y que hablo con la vieja cada mes,
que despierto en las horas de la siesta
y me acuesto con el pito de las seis.

Al lado de su amor era otra vida,
otra vida, más llena de ilusión:
placer de trabajar y estar cortado
del café, de la esquina, del salón.
Al lado de su amor era más lindo:
la camisa planchada al almidón,
el saco (1) cepillado en los domingos
y una rosa tapando el corazón.

Veinticuatro de agosto… y en un año
¡cómo cambia la existencia sin querer!
Sin ninguna razón alcé la mano
y después por culpable la lloré.
Mi vida no es la misma. Todo es triste,
es tan triste que no quiero ni pensar.
Hace un año, hace un año que te fuiste,
pero inútil, te recuerdo mucho más.

(1) Saco: Chaqueta, americana.

Puede escucharse una versión del tango en el siguiente enlace

En esa versión el tango está interpretado por Alberto Podestá, con la orquesta del propio autor de la música, Pedro Laurenz. La versión es de 1943 y no creo que sea muy posterior a la fecha de composición, que desconozco.


COMENTARIO

Me encanta la orquesta de Pedro Laurenz y Alberto Podestá es uno de mis cantantes preferidos; me gustó este tango cuando lo escuché por primera vez. Busqué la letra y me llevé la sorpresa de la estrofa final, que no aparece en la versión cantada y que le da otro sentido.

El tango comienza con la fecha que da título al tango: veinticuatro de agosto. Los aficionados a las efemérides podrán encontrar alguna correspondiente a ese día, pero no creo que el autor tuviera pretensiones historicistas; más simplemente, evoca el primer aniversario de algo que quedó grabado a fuego en el corazón del protagonista, un acontecimiento de su biografía personal que nos va desvelando poco a poco, en un crescendo dramático, que sólo consiguen los buenos poetas, como Homero Manzi. De entrada nos da una pista: es un día de invierno en el hemisferio austral, por lo que podemos intuir que se trata de algo que nos va a dejar helados o que nos va a hablar del frío del corazón.

En la primera estrofa el protagonista nos describe con cuatro trazos el tipo de vida que ha llevado el último año, es decir, desde que se produjo el acontecimiento: una vida disipada, por utilizar un término convencional; nada de trabajar, visitas esporádicas a la madre, bailar, beber, salir con los amigos, acostarse de madrugada y levantarse después del mediodía. Disipada, pero a la vez ordenada y metódica, porque no falta ni una noche del café y se acuesta y levanta a hora fija. Sólo hay una imprecisión calculada: ese no sé qué con que completa la relación de sus ocupaciones. Sí que lo sabe, pero naturalmente no nos lo quiere decir: dejar de trabajar y seguir gastando es imposible, de alguna parte ha de salir el dinero; seguramente de actividades más o menos delictivas (salvo que se lo pida a su madre y ése sea el motivo de sus visitas mensuales).

En la segunda estrofa el protagonista confiesa que le gustaba más la vida que llevaba antes, cuando tenía el amor de una mujer. Habla del placer de trabajar, en vez de frecuentar el café, el salón de baile o la esquina donde ahora se encuentra con los amigos. No es que el trabajo le resulte placentero en sí mismo (de ser así seguramente no lo habría dejado); más bien se trata de la ilusión de trabajar para ella, para compartir con ella una vida digna y disfrutar de esos detalles rutinarios que contribuyen a anudar una relación amorosa, detalles que resume en la camisa planchada y la chaqueta cepillada, con una flor en el ojal.

La tercera estrofa, ésa que Pedro Laurenz no quiso grabar, nos desvela por qué ese hombre ha perdido el amor de la mujer a la que con tanta ilusión dedicaba su trabajo y por qué ahora lleva una vida disipada que no le llena. “Sin ninguna razón alcé la mano”, confiesa, declarándose culpable, sin atenuantes. El castigo es que ella lo ha abandonado, dejándolo sumido en una profunda tristeza que todo lo invade.

En Malena Homero Manzi denuncia, como de pasada, el abandono de los niños de la calle (véase la entrada del 11 de agosto de 2010); en Veinticuatro de Agosto denuncia, de forma más directa, la violencia de género (o doméstica o machista; cualquiera de estas etiquetas convienen a este tango). Y al abordarla tiene el acierto de realzar lo que hay de más positivo en medio de la injusticia: por una parte, el arrepentimiento de él, que hay que apreciar; por otra parte, la intransigencia radical de ella (lo abandona de inmediato), que hay que aplaudir.