sábado, 31 de julio de 2010

CARTA A UNA MILONGUERA: La amiga desconocida

Querida amiga:
Me atrevo a llamarte así porque la amistad es una relación que puede presentarse bajo ropajes muy diversos. La nuestra desde luego es bien poco convencional. No sé casi nada de ti: sólo tu nombre y que vives en la misma ciudad que yo; pero no sé en qué trabajas, si es que trabajas, ni cuál es tu estado civil; tampoco sé si tienes hijos u otros compromisos familiares; no tengo la menor idea de si la vida te sonríe o te plantea duros desafíos; lo ignoro todo sobre tus gustos y sobre tus aficiones, salvo ésa que compartimos: el tango.
Nuestra amistad se ha fraguado en las milongas en que hemos coincidido, respetando siempre su código tácito: se baila en silencio, la atención concentrada en la música, y sólo una tanda con la misma persona, todo lo más dos, aunque recuerdo alguna ocasión excepcional en que había muy poca gente y hemos bailado tres; cuando se acaba la tanda cada cual se vuelve a su sitio.
¿Cómo voy a saber algo de tu vida si no hablamos? ¿Qué clase de amistad se puede fraguar en esas condiciones?
A menudo, al sonar los primeros compases de un tango que me gusta, te busco con la vista en la penumbra de la sala y encuentro tus ojos, que me miran, invitándome a que te invite a bailar; entonces basta un ligero movimiento para que ambos nos pongamos en pie y vayamos hacia la pista. Una vez frente a ti encuentro el saludo de tu sonrisa, franca y alegre, y tus brazos se abren, a la vez que inclinas el torso ligeramente hacia adelante y la cabeza ligeramente hacia tu izquierda, cerrando los ojos. ¿Esa manera de abandonarte al abrazo de mis brazos no es un signo de amistad?
Y empezamos a bailar. Una tanda dura entre diez y quince minutos, a lo largo de los cuales nos mantenemos abrazados, salvo las pausas que hay entre tango y tango. La música nos guía y nosotros, sin romper el abrazo, caminamos, giramos y dibujamos alguna figura; yo propongo el movimiento paso a paso y tú respondes; nos movemos de manera conjuntada, sin tropezones, bailando relajados. ¿Ese entendimiento, que a veces roza la perfección, no es un signo de amistad?
Termina la tanda, deshacemos el abrazo y sólo espero de tu amistad una cosa: que bailes conmigo otra tanda en otra milonga.

2 comentarios:

  1. Dice muy bien de ella esa descripción y de ti tu sensibilidad.
    Así de hermoso es el tango.

    Un beso
    María

    ResponderEliminar
  2. Considero amistad poder confiar plenamente en tí en cada trayecto que iniciamos.
    Considero amistad compartir con tan buena sintonía cada espacio que creamos.
    Considero amistad ese gusto siempre renovado de bailar el tango juntos.
    Gracias
    Con sólo SER, ESTOY

    ResponderEliminar